Pasar por Holaste!, una pequeña barra cafetera en el centro de Puerto Natales, se ha hecho una costumbre para locales y turistas, porque las preparaciones de ahí son de clase mundial, como lo corroboran los extranjeros que las prueban.
En este lugar sólo ocupan granos premium. Siempre hay cuatro variedades para filtrar a mano —provenientes de países como Burundi, Ruanda y Perú— y otras dos para la máquina de espresso.
Otra cosa muy entretenida de este rincón es que cada vez que preparan una taza, los dueños explican a sus clientes todo el proceso, desde la procedencia de los granos hasta cómo se usan las máquinas de filtrado.
La Aldea es un restaurante en el centro de la ciudad de Puerto Natales cuya gracia es que ahí se cocina slow food, es decir, platos que se hacen y se prueban sin apuro. Es un local rústico y acogedor, con sólo ocho mesas y un menú que incluye solamente productos estacionales, nada de congelados.
Una buena recomendación ahí es el “boquerón pejerrey”, pescado que se cocina por hora y media en vinagre de manzana y luego 45 minutos más en aceite de oliva ($ 7.500). O el “guanaco braseado”, sobrecostilla del guanaco cocinada por horas en una reducción de caldos ($ 15.000).
Según muchos, el mejor y más lujoso hotel del país está en las afueras de Puerto Natales, específicamente en Puerto Bories, a orillas del Canal Señoret.
Su nombre es The Singular Patagonia y está construido sobre un antiguo frigorífico declarado Monumento Nacional, en una construcción que combina lo partrimonial con toques de modernidad.
Lo mejor de todo es que si no hay posibilidades de alojar ahí, se puede recorrer un museo en que se recuerda el pasado de ese simbólico lugar de Natales, reservar en su extraordinario restaurante o dar una vuelta por su magnífico bar.